
Debilidad y ambigüedad
La crisis de valores está muy unida a la corrupción como fenómeno creciente en la política, en el gobierno y en los negocios en general. La debilidad en la ética personal, y en los valores que se practican, lleva a que la gente haga cosas malas creyendo que son buenas, y a pensar, actuar o dejar hacer a los demás sobre la base de que lo que no está expresamente prohibido por las leyes, está permitido. Surgen aquí y allá conductas ambiguas, conflictos de intereses mal resueltos e indelicadezas en el manejo del dinero ajeno, por ejemplo. Con frecuencia se habla de los llamados "ladrones de cuello blanco", es decir, gente que se supone que debía actuar honestamente pero, bajo su capa de honradez, lo que en realidad hace es defraudar, engañar o robar.
Quienes defraudan hoy ya no son sólo algunos empleados de empresas actuando como ladrones de cuello blanco, sino gente del común y corriente: la artista famosa que roba ropa interior del centro comercial y quien, después de ser obligada a pagar una multa, la vende en subasta pública para destinar los fondos a una obra de beneficencia; los muchachos de familias ricas que roban en el supermercado; los empleados de una fábrica que sacan materias primas o los de un comercio que esconden en su bolsillo parte del dinero que reciben en efectivo; quienes manejan licitaciones de compras para entidades oficiales y privadas, y solicitan un pago para favorecer a determinado firma proponente, etc.
Los robos en los supermercados y centros comerciales, por parte de clientes y de empleados, han aumentado, al igual que los robos a las cuentas de bancos y entidades financieras cometidos por quienes tienen acceso al manejo informático de las mismas y a las operaciones hechas por esa vía, que permiten obtener ganancias en períodos muy cortos, sin que los propietarios de la cuenta o la entidad depositaria se den cuenta del problema o lo detecten después de consumado el hecho.
El relativismo lleva a pensar que da lo mismo una u otra orientación moral. Que todo lo ético es relativo a las diferentes personas y culturas. Algo que para mí es bueno para otro puede ser malo o al revés. Y no hay por qué empeñarse en que uno de los dos tenga la razón. Lo que ocurre es que unas personas defienden una ética de principios que son válidos para todos pero que, a la hora de la verdad, si alguien no está de acuerdo con que existan esos principios, parece que esa conducta queda al margen. Lo más que se admite es una ética de mínimos, es decir, algunas reglas convencionales como para que no impere la ley de la selva, a fin de guardar las apariencias de que vivimos en una sociedad civilizada. O sea, se está llegando a unos mínimos muy mínimos que sólo sirven para guardar las apariencias. Es lo que podríamos llamar "minifalda ética".
El relativismo es una de las causas de la crisis actual de valores.
Pasadas por él, la honestidad, la lealtad, la veracidad, o la justicia, experimentan una merma muy grande. Son ideales casi inalcanzables, que sólo se pueden pedir a personas con una formación muy especial. El común de la gente debe arreglárselas con una visión muy amplia y poco exigente en esos campos.
Ahora les dejo una inquietud ¿somos ambiguos en nuestros “valores”? Si de verdad consideramos un comportamiento como ético, éste debería verse bien si todos lo podemos hacer. Ojala así pensara el corrupto que justifica sus acciones cuando piense que eso mismo lo puede hacer su hijo, su madre, su vecino o cualquier persona…